sábado, 18 de diciembre de 2010
La acrópolis madrileña
Subo fotos del Museo de Colecciones Reales que Mansilla y Tuñón construyen en Madrid, y que he ido a visitar hoy espoleado por un artículo que aparecía ayer en El País anunciando una alarmante desviación del presupuesto inicial de 60 a 171 millones. El monto final previsto supondrá casi el doble que la ampliación del Reina Sofía acometida por Jean Nouvel y 20 millones más que la compleja ampliación de El Prado a cargo de Moneo. El museo albergará tapices, carrozas y objetos suntuarios reales. Unos pensarán que para ese viaje no necesitábamos tan abultadas alforjas, y que los caducos abalorios de una institución no menos caduca no merecen un contenedor tan caro. Los otros aducirán que las posesiones reales son también patrimonio y parte de nuestra cultura e historia, y su disfrute por parte del público es muestra de la democratización de la monarquía. Los primeros replicarán que corren malos tiempos para la exhibición obscena de lujos y fastos, y que puede darse la ironía de que el museo real gane adeptos a la causa republicana, señalando que ni en el país donde la monarquía es sacrosanta, la Gran Bretaña, Carlos y Camilla se han librado del meneíto que unos airados estudiantes ¿de arquitectura? propinaron a su Rolls-Royce (¿habrá sonreído maliciosamente Rogers al ver la magnífica foto de Matt Dunham?), los segundos cargarán entonces diciendo que si se hacen museos de arte moderno incluso más caros que éste -como el MAXXI- para alojar excrecencias paraartísticas, no entienden por qué no se puede hacer un buen museo para objetos históricos por muy suntuarios que sean. Y así podemos estar hasta mañana. En fin, en todo caso el nacimiento de un nuevo museo es siempre algo para celebrar, aunque los 171 millones resultan escandalosos con la que está cayendo.
Centrándonos en el edificio, decir que Mansilla y Tuñón, que trabajaron en el estudio de Moneo, está claro que aún no han podido matar al padre. Chipperfield es también referencia descarada. Una crítica importante que se hace al museo es que tapa la Catedral de la Almudena, de hecho la zona (un cerrillo sobre el que se asientan la catedral y el Palacio de Oriente) tenía máxima protección urbanística pero el "excepcional interés público" (?) del proyecto allanó toda dificultad. Yo no veo el problema, de hecho, me habría encantado que hubiera tapado la catedral del todo (en mi modesta opinión la Almudena es un pastiche infumable), es ella y no el nuevo museo la que sobra en esta suerte de acrópolis castiza. Partenón miesiano, relectura minimalista de las formas rectangulares del Palacio de Oriente que remata el otro extremo de la Cornisa, el edificio de Mansilla y Tuñón quiere ser un antiicono que esté sin estar.
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