lunes, 2 de junio de 2025

Piedras venerables

 


Volvamos si te parece al tema rehabilitación con un caso práctico nuestro. Te voy a llevar a un lugar  humilde pero también creemos muy interesante, el castillo de Torija, localidad que llaman Puerta de la Alcarria y en tiempos enclave de gran importancia para la comunicación entre Castilla y Aragón. Construido en torno a un torreón defensivo medieval que da nombre al pueblo tiene nuestro castillo planta cuadrada con tres torreones esquineros de planta circular y está rodeado por potentes murallas de piedra caliza local destacando una sobresaliente Torre del homenaje. ¿Será de verdad o fake? Cuarto y mitad. Deja que antes te dé unas breves pinceladas históricas. Fue el primitivo castillo atendido por caballeros templarios cuando Alfonso VI recuperó el actual territorio de Guadalajara para Castilla en 1085. La construcción que hoy vemos data en parte de mediados del s.XV y fue propiedad de la familia Mendoza, sería uno de sus más famosos miembros, el Marqués de Santillana, afamado guerrero y hombre de letras, quien conquistara la villa y el castillo, en manos navarras, para su familia. Dejó de estar habitado a finales del s. XVI y solo en marcadas ocasiones alojó al parecer a reyes como Carlos V o Felipe II. En 1811, durante la Guerra de Independencia, el castillo fue dinamitado por Juan Martín "El Empecinado", sus muros brutalmente agujereados, su Torre del homenaje abierta en canal, para evitar su ocupación por las tropas francesas comandadas por el general Joseph Leopold Sigisbert Hugo, padre de Víctor Hugo (quién sabe si de ahí le viene su afición por España), a quien se le había encomendado en exclusiva acabar con el pertinaz guerrillero, misión en la que finalmente fracasaría. Sí, lo que vemos hoy es un castillo en gran parte restaurado (magníficas fotos y explicaciones aquí). 

No sería esta además la única vez que resultara el castillo brutalmente violentado. En nuestra Guerra Civil fue otra vez atacado en el marco de la batalla de Guadalajara en marzo de 1937. Recordemos brevemente que en esta zona las tropas republicanas contuvieron el avance de Franco hacia Madrid a pesar de que los golpistas contaban con la ayuda de tropas italianas en tierra y aire que venían crecidas tras tomar Málaga. Mario Roatta, a la sazón comandante en jefe del CTV -Corpo di Truppe Volontarie- se las prometía muy felices: "Domani a Guadalajara, dopo domani ad Alcalá e fra tre gorni a Madrid", dijo, ufano, poco antes de fracasar con estrépito. Un tiempo infernal y los tanques rusos de los republicanos, muy superiores a las tanquetas italianas, fueron clave en la batalla. Esta victoria, la primera del gobierno republicano (según Manu Leguineche, fue la única vez que los republicanos se sintieron capaces de ganar la guerra), convirtió a Torija en un importante enclave propagandístico para el gobierno de Azaña, el presidente con su plana mayor la visitaría y un buen número de poetas y literatos acudirían igualmente al pueblo para animar a sus maltrechos habitantes. Miguel Hernández, el 30 de marzo de 1937, se subió a un balcón y leyó ante vecinos y combatientes su poema "Ceniciento Mussolini", incluido en Viento del Pueblo: "Ven a Guadalajara, dictador de cadenas, / carcelaria mandíbula de canto: / verás la retirada miedosa de tus hienas, / verás el apogeo del espanto". La Barraca de García Lorca también se pasó por el pueblo en ese mismo marzo y en julio lo haría Rafael Alberti o María Teresa León. También se desplazaron a la provincia reporteros gráficos estrella, entre ellos Gerda Taro, compañera de Robert Capa, que moriría en Brunete unos pocos meses después o Ernest Hemingway, que siempre habló de la "batalla de Brihuega", población muy cercana a Torija, que consideraba "una de las más importantes de la historia militar mundial"; Herbert Matthews, corresponsal del New York Times llegó a afirmar que la derrota de los franquistas en Guadalajara "fue un desastre comparable al de la batalla de Bailén para Napoleón" (como todos sabemos los reporteros extranjeros en nuestra guerra hicieron más literatura que perdiodismo). Una curiosidad: la próxima vez que vayas a ver los campos de lavanda de Brihuega existe una pronunciada curva ya casi al llegar desde Torija a la que los entendidos llaman la "curva Hemingway" en honor del Premio Nóbel americano, quien la describiera en su día como "la curva más peligrosa del mundo" (aquí tienes una de sus encendidas crónicas). Hasta Errol Flynn, el afamado actor, vino al frente alcarreño en busca de aventura con un carnet de periodista que consiguió gracias a Randolph Hearst nada menos, aquí tienes fotos del reportero de pacotilla en Torija. En sus memorias cuenta, según Jesús Sánchez López en El castillo de Torija, no pocas de sus "hazañas" españolas: "Una tarde, al volver del frente de Guadalajara, donde había estado visitando Torija, Trijueque, Brihuega y otros pueblos de la Alcarria, un bombradero trimotor apareció en medio de la carretera en las cercanías de Guadalajara capital. Pedro frenó en seco, el coche dio media vuelta y nos vimos obligados a saltar a la cuneta mientras el tiro de una ametralladora seccionaba por la mitad nuestro vehículo". Igual hasta es verdad. 


Nuestro castillo aloja en la Torre del homenaje un pequeño museo dedicado a Viaje a la Alcarria, la novela autobiográfica de Camilo José Cela. El también premio Nóbel como es bien sabido recorrió la región a mediados de los 40, pasando la primera noche en Torija. En 1995, al cumplirse el 50 aniversario del viaje, volvería Cela al pueblo para inaugurar el museo, instalado en la Torre del homenaje (en los ochenta había rehecho el viaje en clave bufa con Rolls-Royce, choferesa negra de uniforme blanco y globo aerostático incluidos). Cuando lo visitó por primera vez el castillo era una romántica ruina pero en los 60 se decidió acometer su rehabilitación, ay, que Edward Cooper, el experto en castillos españoles, tildó de "reconstrucción superentusiasta" ya que se elevaron en exceso los muros y se sacaron de la manga un matacán corrido sobre cada lienzo, vamos, que se marcaron un Violet-le-Duc en toda regla. Recordemos aquí que la reconstrucción de los numerosos castillos de nuestra geografía fue pronto una prioridad para el usurpador, necesitado de un relato (que se diría ahora) heroico y nacionalista. Ya al poco de acabar la guerra, en 1939, pidió al que pronto se convertiría en su arquitecto de cabecera, Pedro Muguruza Otaño (autor del proyecto de la Cruz de los Caídos), que reconstruyera el castillo de la Mota en Medina del Campo para establecer allí la Escuela de Mandos de la Sección Femenina. Y es que allí había vivido y fallecido nada menos que Isabel la Católica, con la que de nuevo, el generalísimo quería emparentar su proyecto de estado. Además Franco, según Daniel Sueiro, tenía una "verdadera, aunque secreta, vocación de arquitecto" (acaso como todos los dictadores). En la Mota, si me permites continuar el inciso, el planteamiento de rehabilitación fue una suerte de collage-ficción, partiendo del estilo mudéjar del castillo, Íñiguez Almech planteó en el patio interior una serie de arcos apuntados bastante más sobrios que los que sugiriera en proyecto anterior Antonio Prats, de un arabismo desbocado, en línea con el carácter espartano, monástico casi, que se quería dar a la institución al objeto de crear un ambiente de austeridad que no distrajera a los futuros mandos femeninos de la Falange (mi señora madre entre ellas). El uso del ladrillo con profusión unía también en feliz sintonía sobriedad y carácter mudéjar. Además, para que al castillo vallisoletano no le faltara de nada, Íñiguez embutió en una de las fachadas del patio una copia filológica de la portada del derruido Hospital de la Latina fundado por Beatriz Galindo, adecuada cita teniendo en cuenta sus futuras usuarias. Por si te interesa, tienes la portada original, convenientemente fosilizada por Chueca Goitia, en la ETSAM (más información sobre las rehabilitaciones en tiempos de Franco, a cargo de Gonzalo López-Muñiz, aquí). 


Volviendo a Torija, decir ya solo que el encargado de su rehabilitación fue José Manuel González Valcárcel, quien explica su intervención en el Boletín de la Asociación española de amigos de los castillos nº 56 de 1967. Tras técnica exposición acaba con las ínfulas épicas propias del momento, no me resisto a transcribir cita: "Hoy, después de las tres fases de la obra, exploración, reconstrucción y restauración, el castillo de Torija ofrece su primitiva traza, siendo buena muestra del cuidado e interés del Estado por estas piedras venerables, y el de una generación que, tras siglos de abandono, se ha dedicado a la noble tarea de rescatar nuestro tesoro monumental y artístico con una labor continuada, sin prisa pero sin pausa, cuyos frutos (...) harán posible, en un corto plazo, el resurgir de estas piedras venerables, que constituyen el mejor testimonio y archivo viviente de la historia patria". Lo de sin prisa pero sin pausa no es frase hecha. En abril de 1951 Valcárcel ya había elaborado una memoria del proyecto de "obras urgentes" en nuestro castillo, intervención que no terminaría hasta 1967. Por otra parte, si podemos dar una visión personal, quizá esta restauración sea bastante discutible, como tantas otras hechas en la época. Por un lado nos miente porque no permite distinguir qué partes han sido restauradas y qué partes son las verdaderamente originales, venerables en palabras de Valcárcel, lo que devalúa estas últimas (observa cómo en esta reciente rehabilitación sí se diferencian) y por otro nos priva de un rastro importante de nuestra historia. No entendemos por qué hay que esconder las brutales cicatrices que dejó en el castillo El Empecinado en su lucha sin cuartel contra el invasor francés, acaso resultara Juan Martín un personaje demasiado violento para los esquemas franquistas, y de las huellas de la Guerra Civil mejor no hablamos, la tónica es bien sabida: suturar y aquí paz y después gloria, aparentemente somos incapaces de entender que si guardamos los esqueletos en el armario estaremos condenados a sufrir para siempre sus fantasmas. De todas formas como decíamos no parece justo juzgar una rehabilitación ya añeja con parámetros actuales, afortunadamente muy dispares. Cerramos con otra excelente rehabilitación actual para que compares: nuevo y antiguo juntos pero no revueltos y en soberbia sintonía.  

En 2007 volvió nuestro atosigado castillo a ser importunado con obras. Se trataba de albergar en el patio interior el CITUG (Centro de Interpretación Turística de Guadalajara), para lo cual José Luis Condado, arquitecto de la Diputación Provincial, diseñó un edificio de impecable modernidad pero que encaja como un guante en el entorno del castillo. Todas las fotos de la entrada son de este recinto. Hay poca información sobre la obra y el arquitecto en internet, así que damos aquí una opinión inexperta siempre con tu permiso. Dos nos parecen los logros del edificio, por un lado se han dejado al descubierto los muros originales del castillo, lo que permite contemplarlos también desde dentro como parte del museo, y por otro su distribución, con un planteamiento completamente abierto que permite en todo momento observar en amenos juegos panópticos otras plantas del nuevo edificio y los contenidos desde otras perspectivas. Una soberbia rampa, que complementa a ascensores y escaleras, ofrece la consabida promenade architecturale y de nuevo vistas desde inesperados ángulos.  

Nos vamos ya con coda muy personal, aviso. Qué diferentes los planteamientos de rehabilitación que veíamos en el libro de Denslagen (holandeses y alemanes principalmente) de los nuestros en aquellos lejanos años de posguerras. Frente al angst germánico, surtido de encendidos debates que convertían las rehabilitaciones en procesos casi filosóficos, en la España de Franco las decisiones eran mucho más simples. La dictadura es lo que tiene. A veces es tentadora, especialmente viendo de qué manera estamos subvirtiendo hasta los procesos democráticos más simples, en unos se vota para fastidiar, en otros se impone una suerte de  perrodelhortelanismo alucinante. Qué deprimente todo. 












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