domingo, 29 de enero de 2017

Inventores


La reparación arquitectónica que defiende, ¿no debería conducir a la autocrítica? Todas las profesiones que avanzan reparan. Para curar una cosa es necesario arriesgar otra. A mí me estimula la invención. Son las diferencias lo que salva. Toda Europa como Alemania sería una aberración. Lo mismo en arquitectura. No todo lo que se haga desde un despacho tecnológico de Londres tiene que valer para todos los lugares del mundo. Imponer un estilo a otras culturas es una locura. 

Usted ha sido parte del star system. Pero de otra manera. Yo fui el principio del star system [risas]. (...)

¿Qué proyecta ahora? Los últimos años de mi vida. Me toca aceptar que la muerte está cercana. Saber disfrutarlo es duro, pero apasionante. (...)

¿Cómo se ve? Inquieto. He llegado a la conclusión de que o haces funcionar la cabeza, o te mueres. O tienes cuiriosidad, o esto se acaba. (Entrevista de A. Zabalbeascoa a Ricardo Bofill en El País Semanal).



"Es una idiotez querer que todos los edificios sean idénticos. Por eso se suele decir que yo no tengo estilo. No estoy de acuerdo: el estilo es la permanencia de una actitud intelectual, de una voluntad de buscar lo que se ajusta mejor a cada circunstancia. (...) 

Para mí este oficio consiste en una búsqueda continua. (...) Yo creo que mi trabajo es más apasionante si se considera que cada nuevo edificio es un nuevo caso a estudiar. Cada encargo merece una investigación propia. (...)

Dispongo de un buen método para no lamentar nada: con cada edificio, hago lo máximo que puedo, y, a menudo, incluso más. Todo edificio es un testimonio histórico de lo que su arquitecto pudo hacer para levantarlo, pese a las reglas, las complicaciones y los problemas. (...)

La arquitectura es necesaria para alcanzar una civilización urbana que sea digna, que suponga un buen vivir. Que nos permita habitar en superficies decentes, en paisajes correctos donde el aire no esté contaminado. Debemos regresar al sentido común, a nociones estéticas transversales, al placer de la vida en común. (...) Las reivindicaciones sociales no pueden consistir en cotizar un año más o menos para la jubilación. Deberían perseguir unas condiciones de vida más favorables". (Entrevista de Álex Vicente a Jean Nouvel en SModa).





domingo, 22 de enero de 2017

¿El eslabón perdido?

Mies y Le Corbusier, juntos al fin
Pues ya pensaba yo que no iba a encontrar tema para la entrada dominical y justo al límite me encuentro hoy mismo con un interesante artículo de Rowan Moore para The Observer que paso a comentarte. Gira en torno al arquitecto escocés Peter Womersley (1923-93) y me ha llamado la atención especialmente el estudio que construyó para el diseñador textil Bernat Klein, al sur de Escocia (en la foto de arriba), que bien podría ser el eslabón perdido del Movimiento Moderno que al fin conectaría a Mies, Le Corbusier, el brutalismo británico y la California de Neutra. Recientemente, en una encuesta dirigida por la revista Prospect para encontrar los 100 mejores edificios modernos de Escocia, salió elegido el 5º (justo a continuación, quien lo iba a decir, del Parlamento de EMBT). Moore prefiere encabezar su artículo con el no menos interesante graderío cubierto que Womersley hizo para un modesto equipo de fútbol escocés y que, según él, anticipa varias décadas el trabajo de Zaha Hadid.

Dicen que mal de muchos consuelo de tontos, pero a ver, algo alivia. Y es que resulta que este verano, la casa que el arquitecto se había hecho en la costa escocesa (con cierto parecido a la Farnsworth) allá por 1964,  fue derribada, el mismo triste destino, según nos hemos enterado hace nada, que ha corrido la casa Guzmán de Alejandro de la Sota.

Uno de sus edificios más originales es el que construyó para alojar las calderas de un cercano hospital, también en un pequeño pueblo de las Tierras Bajas escocesas. En el bucólico entorno en el que se encuentra resulta cuando menos surrealista, pero un intrépido estudio de arquitectos liderado por Gordon Duffy quiere alojar en él cinco viviendas siguiendo el ejemplo de Bofill para La Factoría, la fábrica de cemento (la primera de España) que el arquitecto convirtió en espectacular estudio y vivienda en los 70 (no te pierdas el video en el que el propio Bofill nos relata tan bizarra rehabilitación).

Peter Womersley, arquitecto olvidado que nunca quiso hacer manifiesto ni bandera de su arquitectura, escondida en bellísimos pero modestos emplazamientos, afirmaba que su aproximación a la arquitectura era muy simple: "Intento dar placer". Lo dio, sin duda.




domingo, 15 de enero de 2017

Arquitectura infantil

The Kid´s Causeway
Impactante documento traigo hoy. Observa la foto, de 1978, con detenimiento. Es un parque infantil brutalista en Pimlico, barrio del centro de Londres. Pero cómo se puede ser, efectivamente, tan bruto. Como uno de los niños pierda el equilibrio (el que accede a la plataforma, con camiseta blanca, está a punto), de la toña que se mete acaba con fracturas múltiples (fíjate que la plataforma está en pendiente y "protegida" por una barandilla por la que podría colarse un luchador de sumo para facilitar la caída). El extraño parque, que parece imitar la curiosa formación geológica norirlandesa de nombre La calzada del gigante (The Giant´s Causeway), a lo que se ve quiere igualmente mimetizarse con el entorno de hormigón tan típico de los 70, cuando la fiebre de los high-rises residenciales llegó a lo más alto en el Reino Unido. Otra cosa me llama la atención, ¿dónde estarán los padres de estos aguerridos muchachos? Probablemente observándoles desde el piso 10 del bloque aledaño. Hoy eso no pasa, claro, los niños están siempre acompañados en los parques por mamás, papás y cuidadoras, aunque si lo piensas, como mientras tanto todos ellos suelen practicar el phubbing, los niños se nos escoñan igual. Al menos los parques no son de hormigón armado. ¿Cómo? ¿Que qué es eso del phubbing? Averígualo aquí.

En fin. Del brutalismo inglés, hijo del primer Le Corbusier, ya hemos hablado en este tu blog, a dicha entrada me remito. Por cierto que la foto de arriba es del RIBA, y aparece en una exposición en el Vitra Design Museum de Basilea en la que los Assemble  (los arquitectos militantes que inesperadamente ganaron el Turner hace dos años) han reproducido los parques infantiles brutalistas -en suave gomaespuma- para que los chavales, ahora sí, puedan rodar sin miedo a hacerse una brecha: no te pierdas las fotos aquí.

La rentrée postnavideña qué dura es. Toca reconectarse a nuestra segunda vida virtual, circunstancia que al parecer ha devenido impepinable (cómo me recuerda todo esto al premonitorio libro Microsiervos de Douglas Coupland, las tecnoadicciones de una panda frikis de los 90 ya son epidemia mundial) y enfrentarse al síndrome de abstinencia de dulces de toda calaña. En mi caso, el número doble de AV dedicado (y van cuatro) a Herzog y de Meuron, me ayudó a pasar el trago. El artículo de entrada (La mano en llamas) de Fernández-Galiano, interesante pero (o quizá por lo) duro de roer gira en torno al libro que el dúo suizo acaba de publicar: Treacherous Transparencies (Engañosas transparencias, ya publicado en español por GG), que relata la visita que ambos arquitectos hicieron a la mítica Casa Farnsworth de Mies (otro moderno como Corbu aunque no le diera por el hormigón), que no es otra cosa que el Pabellón de Barcelona convertido en etérea vivienda. Lo que en un primer momento podríamos pensar iba a ser el relato de una epifanía arquitectónica se convierte pronto en la crónica de una decepción no anunciada (H&dM serían, como señala Fernández-Galiano, seguidores indirectos -via Aldo Rossi- de van der Rohe).  Los suizos, "hallan en la Farnsworth una belleza que no ofrece cobijo, ignorante de los aspectos psicológicos de la arquitectura, e inferior a los ejemplos que ilustran de arquitectura primitiva o vernácula". La arquitectura que solo se sirve a sí misma, y no a la gente, ya sea en un parque londinense o en una pradera de Illinois, no funciona. H&dM defienden frente a ella un "retorno al triángulo fundamental de gente-naturaleza-arquitectura, en cuyos campo de fuerzas debemos movernos para reemplazar el "arte puro" por el flujo impredecible de la vida". (Por cierto que Santiago de Molina ya se había adelantado a los arquitectos de Basilea, señalando un detalle bastante chusco de la casa en cuestión).

Levantemos un poco la vista de nuestras pantallas, a las que nos ata una esclavitud autoinducida, y observemos ese flujo impredecible de la vida que es el mayor regalo que se nos puede hacer. Muñoz Molina es el que despide hoy la entrada: "Un contemplativo no es un místico. Es alguien que se queda extasiado de pura atención ante una maravilla cualquiera del mundo exterior: un río, la gente que pasa tras la ventana de un café, un cuadro, un árbol, una pieza de música, la belleza de alguien, el extrarradio de una ciudad desplegándose en la ventanilla de un tren, la tipografía de un cartel, el reflejo de la calle en un escaparate, un libro [,un edificio]". (Antonio Muñoz Molina, La risa de Eça de Queiroz en El País de ayer).

sábado, 7 de enero de 2017

Límite 48 horas

Contrarios buscándose en Les Glòries

¿Si tuvieras dos días escasos para visitar la Ciudad Condal, qué elegirías ver? Formidable dilema planteo, mi querido lecteur. Ante los múltiples atractivos que ofrece ciudad tan brutalmente estimulante resulta bien difícil escoger, algo así como entrar en pastelería sabiendo sólo puedes escoger uno, dos, tres a lo sumo de los muchos (a la par que deliciosos todos ellos) pastelillos que se te ofrecen a la vista. Si a ello unes que debes contentar a un heteróclito grupo conformado por mí mismo, freak feroz de la última arquitectura, una contraria de gustos mucho más históricos y dos niños de corta (pero ya agotadoramente reivindicativa) edad, el reto roza la manida Mission Impossible.  
El desconcertante Museu del Disseny ("la grapadora") de Bohigas
La solución ante tesituras de tamaño calibre radica siempre en ofrecer una respuesta horizontal e inclusiva. Que no es otra cosa que el consabido consenso. Acordamos que mi contraria decidiría un lugar, un servidor otro y elegiríamos un tercero pensando en los peques (secretamente me reservaba una coda final justo antes de emprender la vuelta el último día). Mi medio pomelo seleccionó rauda nada menos que el Museu Egipci, toma castaña, así que yo, que estaba en duda entre varias opciones, me decanté por lo más rabiosamente moderno que tiene la ciudad: el Museu del Disseny  inaugurado hace un par de años, más por el continente (de Oriol Bohigas nada menos) que por el contenido, aunque tras el vértigo temporal experimentado en el museo egipcio -cuya visita, que conste, recomiendo encarecidamente-, con piezas de más de cuatro mil años de antigüedad, creo que nos convenía, pardiez, un poco de estricta contemporaneidad representada, por poner solo un ejemplo palmario, en la famosa exprimidora Braun Citromatic MPZ-2 del mítico Dieter Rams que luce expuesta en el museo como si del busto de Nefertiti se tratara. El debate está servido tras tan traumática mezcla, recomiendo encauzarlo en la magnífica cafetería del museo donde, rodeado de una cálida decoración escandinava, puedes disfrutar a precios módicos de comida de verdad, la cuadratura del círculo, vamos.

La otra manzana de la discordia
En el libreto del video de Arquia en el que Oriol Bohigas es entrevistado por Luis Fernández-Galiano, éste tildaba al Museo del Diseño, último proyecto por ahora del catalán, de "provisional y desconcertante colofón" de una apabullante carrera iniciada en los 50 con sus socios Josep Martorell y David Mackay (MBM) dentro del Grup R en el que militaron, entre otros, Coderch, y que alcanzaría su máxima expresión en la reorganización urbanísitica de Barcelona para las Olimpiadas del 92 que llevaría al RIBA a conceder, por primera vez en su historia, su medalla de oro a toda una ciudad en lugar de a un arquitecto (Bohigas es calificado nada menos como "el autor intelectual de la Barcelona contemporánea"). Fernández-Galiano, ya en la entrevista,  no pierde ocasión de incidir, de manera amistosa, en la contradicción que supone defender, como lo ha hecho siempre Bohigas, una arquitectura de la continuidad respetuosa con el tejido urbano y descolgarse, a la vejez viruelas, con semejante edificio "escultórico", icónico, ajeno y, como mínimo, extraño. El catalán se defiende argumentado que en semejante emplazamiento (la plaza de las Glòries, un enorme y desangelado espacio que nadie sabe cómo urbanizar una vez desmantelado el scaléxtric), lo único que tenía sentido era eso, una forma alienada que para colmo se veía obligada a dialogar con la no menos icónica torre de Nouvel, tan decididamente orgánica, contraponiéndose a ella, quizá única opción ante lo arduo de dicho empeño, a base de líneas horizontales (Bohigas habla de una "cama") y crudas aristas. Su diseño parecería por lo demás completamente aleatorio en sus formas, pero al parecer no es así: sus descomunales voladizos (que le han ganado el mote popular de la grapadora) responden a un deseo de no ocupar espacio público, y sus incisivas formas en realidad enmascaran un complejo programa de conexiones con calles y espacios que se encuentran a distintas cotas. Con todo, la sensación al verlo, la verdad, es algo así como de perdidos al río. 

El interior merece comentario aparte. El edificio se transforma completamente una vez entramos en él, todo lo que tiene de amenazante y oscuro por fuera lo tiene de alegre y amable por dentro. Pintado de amarillo en muchas zonas, y con un atrio amplio y algo desgarbado pero luminoso y sociable (ya hemos mencionado la cálida cafetería), rezuma por doquier optimismo y joie de vivre, trasunto, nos da la sensación, del propio arquitecto. En la biblioteca que alberga el edificio podemos leer, en grandes caracteres, una cita de Einstein: "L´única cosa imprescindible que has de saber és on hi ha una biblioteca". Otro de los detalles curiosos sería el espacio que alberga el extremo del voladizo que da sobre la desarbolada (nunca mejor dicho) plaza de Las Glòries, donde Bohigas sitúa una sala en la que la única obra expuesta es la propia plaza a través de un enorme mirador. El ventanal no tiene la función de aportar luz al interior de las salas, ya que una muda pared que va de un extremo a otro del espacio impide su paso, apoyado en dicha pared el arquitecto dispone un banco corrido para que el visitante pueda descansar y de paso puede decirse que le obliga a observar la plaza (no tiene otra). Teniendo en cuenta como venimos diciendo lo desangelado y nada agraciado que es este vacío urbano (tan extraño en una ciudad con un tejido urbanístico tan cuajado: por dimensiones y proporciones de sus edificios, ojo, no por el pijerío, ¿podría decirse que el Passeig de Gràcia es la calle perfecta?), una de dos, o Bohigas tiene un sentido del humor rayando en el cinismo o muestra de nuevo aquí ese optimismo del que hablamos al confiar que, en un futuro (seguramente no muy cercano), esta plaza quede resuelta con maestría por la siguiente generación de arquitectos y sea al fin digna de contemplar. Sin duda nos decantamos por la segunda opción.


Pero dejemos ya Les Glòries y sus artefactos inconexos (por ahora). Con todo, si quieres saber algo más de Oriol te dejo con este artículo en el que el propio arquitecto nos da algunas de sus claves vitales. Llegados a este punto quizá te estarás preguntando qué elegimos ver para motivar un poco a los retoños: fue la Casa Batlló (muy cerca del Museo Egipcio) de Gaudí, que es lo más parecido que puede haber a un parque temático infantil. Y puedo decirte que acertamos del todo. Además, a la entrada nos dieron una especie de mini tablet con un programa de realidad aumentada que explicaba de manera muy amena los distintos espacios del edificio (teniendo en cuenta el agobiante tumulto de gente que pugnaba por recorrer el edificio, a veces veías mejor la habitación en cuestión a través del aparatito que en la realidad. Qué locura). Pero, aparte de los lugares programados, la ciudad, que esconde un estímulo arquitectónico casi a cada vuelta de la esquina, nos ofrecía inesperados regalos a nuestro paso, muchos realmente destacables, como el mercado de Santa Caterina, que desconocía (por mucho que lo haya visto en foto), de EMBT y alguno tremebundo, como la dragqueenización que, con saña y alevosía, Rogers ha hecho de la antigua plaza de toros de Las Arenas, instalando en ella un centro comercial con el mismo espíritu rompedor que el Pompidou. En foto no me había horrorizado tanto, pero en vivo y en directo es para salir corriendo.

Para la mañana final, como decía, me guardaba un as en la manga que sabía que a mi contraria le iba a gustar, no en vano Mies es tan histórico como cualquier faraón. Como ya habrás adivinado por previas entradas se trata del pabellón alemán de la exposición mundial celebrada en Barcelona en 1929 que fue construido con el único propósito de organizar un encuentro institucional con Alfonso XIII (vaya, otro salón de reinos). Teniendo en cuenta lo brutalmente moderno que aún hoy resulta, no quiero ni pensar cómo se quedaría el monarca al verlo. Tras la exposición fue desmantelado completamente y sólo quedaron restos de los pilares cruciformes seccionados a ras de suelo, uno de los cuales se conserva en la tienda cual reliquia miesiana. Hace justo 30 años fue reconstruido prácticamente idéntico por iniciativa, entre otros, del propio Oriol Bohigas. Aunque la ignorancia es muy atrevida -como demuestra el presente blog- no me atrevo con este miura. Sólo comentar que sentí (sentimos) estar en un lugar único, un manifiesto arquitectónico radical, gélido pero hermoso, de una pureza tan intensa que resultaba casi incómoda, inhumana (llegas a sentir que sobras). La calma ficticia antes de la terrible tormenta. Toda una experiencia fenomenológica, que diría Pallasmaa. En pleno arrobamiento me pedí para Reyes en la tienda el Atlas que la Fundación Mies van der Rohe acaba de editar, un libro con el que tengo para años de lectura.

Y acabo con una cita que encuentro hoy mismo en El País y que nos viene al pelo para cerrar la entrada. Habla Winy Maas (MVRDV): "Un icono también puede asociarse a transformaciones positivas. Sería una pena no volver a construir con voluntad de marcar las ciudades. la mejor arquitectura es la que construye lo inesperado y transforma los núcleos urbanos y el punto de vista de los ciudadanos. Un marco neutro no sirve. (...) No todo el mundo puede ni debe hacer cosas pequeñas, casi invisibles. (...) Ser arquitecto te obliga a creer en el futuro. Lo tienes que imaginar. Ante un gran edificio, tienes que pensar en cómo será el mundo en diez años. Eso requiere imaginación y capacidad de observación y riesgo. Si uno no mira hacia el futuro, cuando llega está más atrás que cuando comenzó".     






lunes, 2 de enero de 2017

Feliz Navidad



¿Reconoces estas fotos?

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#1 y #2: Fábrica en Treviso de Tadao Ando. Fotografía de Dan Alka (más).
#3: Aparcamiento de la universidad Francisco de Vitoria (Pozuelo de Alarcón) de Ignacio Borrego y Felipe Samarán. Foto de Miguel de Guzmán (más).
#4: Árbol de Navidad de botellas verdes en Chiguayante (Chile) de Ricardo Sanhueza de la Maza. Foto del arquitecto (más).
#5: Edificio en plaza de Colón (Madrid) de Rafael de La-Hoz. Foto de Joel Filipe.
#6: Centro de iniciativa empresarial en Posadas (Córdoba) de López Redondo + Rudolf. Foto de Fernando Alda (más).
#7: Estructuras de paisaje en Montana de Ensemble studio, fotografía de los arquitectos (más).
#8: Kursaal de Moneo. Foto de un servidor.