domingo, 30 de noviembre de 2014

Dulces paraísos



Ya está bien de tanto frío hormigón, hoy te llevo a esta cálida sauna del estudio canadiense Partisans. Por un momento me ha recordado a una de las cápsulas de la Nakagin que harta del estrés de Tokio hubiera decidido cruzar el Pacífico y buena parte de América del Norte para ir a dar, exhausta pero feliz, a este aislado enclave del lago Hurón en Canadá. A mí no me importaría nada pasarme allí tres días con la compañía apropiada (e incluso solo). No creo que tenga wifi, eso sería ya mucho pedir, pero qué le vamos a hacer, no se puede tener todo. Al parecer hay gente intrépida que ha sido capaz de soportar hasta una semana sin internet y han sobrevivido para contar la experiencia. No sé, lo mismo escribes el libro de tu vida. Fíjate aquí al lado la casita donde
"Aunque los amantes se pierdan quedará el amor" (Dylan Thomas)
Dylan Thomas escribía, en el estuario del Tâf en la localidad galesa de Laugharne, que sin duda le ayudó a crear su obra. El escritor, que se dio a la poesía o al teatro con tanta intensidad como a la bebida, seguro que escribió aquello de "No entres dócilmente en esa buena noche,/ Que al final del día debería la vejez arder y delirar;/Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz" (aquí en inglés) inspirado por las magníficas vistas del atardecer desde su writing shed. O igual vas y redescubres tu corporeidad que diría Pallasmaa (y la de tu acompañante), ahora que con tanta vida virtual, enredados en la Red de redes, vamos camino de convertirnos en entes etéreos, platónicos, inmaculados. Como le pasó al protagonista de El cortador de césped, que acabó diluyéndose en el ciberespacio. Pues eso, recupera tu cuerpo antes de que sea demasiado tarde, con sus imperfecciones y cicatrices, como decía Bob Dylan (que mira tú por donde tomó su apellido artístico en homenaje a Dylan Thomas): “Si no crees que este dulce paraíso tiene un precio, recuérdame que te enseñe mis cicatrices”. Bueno, pues yo me despido ya, que empiezo a no sentir las piernas.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Nostalgias

Manchester separated

Siguiendo con los muros, otro que va a caer, o casi, es el de Manchester. La ciudad británica tiene desde hace ya 12 años el muro que ves en la foto erigido dentro de un proyecto urbanístico para mejorar el entorno de los Piccadilly Gardens. A menudo los vecinos de la ciudad lo habían comparado con el muro de Berlín  alegando que seccionaba de manera gratuita el parque y su color grisáceo resultaba deprimente (juzga tú mismo viendo más fotos). La intervención cuestionada es de nada más y nada menos que Tadao Ando, el boxeador y arquitecto autodidacta japonés al que, como creo ya he comentado alguna vez, debo mi afición a la arquitectura. Pillé un libro sobre él hará cerca de veinte años en una biblioteca pública una tarde que recuerdo lluviosa y nostálgica, así como por azar, y me quedé tan prendado que me lo llevé a casa de inmediato;  luego saqué otro y aún un tercero, y oye, aquí sigo. Ando, a qué negarlo, ciertamente no es la alegría de la huerta. Su obsesión por el crudo hormigón, su austeridad casi monacal y las formas habitualmente cúbicas de sus edificios son rasgos que hay que comprender desde un ascetismo con el que no todo el mundo tiene por qué comulgar.  "Mi objetivo primordial como arquitecto ha sido ofrecer a la gente una situación arquitectónica que alimentara el espíritu" decía allá por el 2000 en una entrevista con Michael Auping. No mucho antes antes ahondaba en la la idea ante el mismo interlocutor: "Creo que las ciudades de hoy son mucho más complejas y densas y que hay una necesidad real de crear espacios que sugieran soledad y libertad espiritual. Creo que eso se logra mediante el orden y la sencillez y no mediante ornamentos sucesivos. Tiene que ser una calidad que la gente perciba inconscientemente, una sensación de conciencia y contemplación. Si ofrecemos la esencia del espacio y la forma, el individuo la completará con su imaginación". Pues no parece que haya sido el caso en Manchester, que por cierto tiene un estilizado rascacielos (la Torre Beetham) no menos austero y espiritual (si un rascacielos puede serlo) que los diseños de Ando (y con un curioso parecido al hotel de Perrault en Barcelona).

Una acogedora casa de Ando... (pues a mí me gusta, qué pasa)

El caso es que un periódico local se lió la manta a la cabeza y lanzó una campaña alegando que dos tercios de sus lectores estaban en contra del muro. La suerte de consulta popular hizo mella en el consistorio, que se mostró dispuesto a derribarlo hasta que echaron cuentas y se dieron cuenta de que la gracia iba a costarles como mínimo 60.000 eurillos, así que han optado por darle alegría a base de construir restaurantes y tiendas a su vera y una azotea con jardín, además de pintarlo con murales. Un poco como lo que no hace mucho proponía un infógrafo guasón que representó la también severa Villa Savoye cubierta de graffiti. Y yo me pregunto, antes de perpetrar semejante barrabasada, ¿habrán consultado a Ando? ¿no sería mejor proponerle a él que haga algo para mejorar su triste muro?



Búnker atávico de Aravena en Chile (pues también me gusta)
Precisamente hace unos días recibía el último número de Arquitectura Viva que venía titulado Mass is More (La masa es más) y mostraba en portada una espectacular foto de unas oficinas en Santiago de Chile a cargo de Alejandro Aravena, edificio brutalista de hormigón armado que seguro será del agrado de Ando. Y es que, aparte de sus (discutibles) virtudes estéticas, esta suerte de paroxismo volumétrico tiene sus ventajas, como apunta Luis Fernández-Galiano en el editorial: "La recuperación de la construcción masiva no es tanto un gesto de nostalgia  hacia las arquitecturas grávidas y permanentes del pasado como una inteligente proyección hacia un futuro donde los edificios no sean consumidores voraces de energía". Estos muros de espesor considerable aportan una inercia térmica que almacena el calor y lo revierte lentamente hacia el interior como en las casas de pueblo de toda la vida. Eduardo Prieto, que casi se ha escrito él solo el número de la revista, añora en el artículo central (Razones de peso), la masa pura y dura frente a una modernidad en la que lo que se impone es la disolución de lo sólido en lo líquido o lo etéreo y cita a Marx definiendo su época como aquella en la que "todo lo que era sólido se disuelve en el aire". Prieto parece hacerse eco de la muy en boga nostalgia por esa dialéctica decimonónica según la cual no habría más color que el blanco o el negro, frente a un mundo actual donde empezamos a estar fatigados de tantas tonalidades de gris. Lo pesado frente a lo light. La famélica legión frente a la casta. No sé tú, pero los periódicos cada vez más atufan a una mezcla de podrido y rancio, como cuando entras (quién no ha caído en esa tentación malsana) en un búnker abandonado.

Búnker holandés (este de verdad) reciclado en escalofriante mirador

¿Sabías que no hace mucho hubo una exposición de nombre Bunker Archéologie en París comisariada por Paul Virilio? Lo cuenta Antonio Bonet Correa en Arquitecturas singulares, donde se dedica un capítulo a dichas construcciones. Así las describe el presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: "Ocultos o desafiantes, con sus masas pesadas y grises, con sus estructuras compactas (...) son obras de perfil moderno y extraño, irreal y onírico. Con su aire de cascos abandonados o de obús, por su "brutalismo" parecen seres u objetos primitivos y elementales. También evocan antiguas civilizaciones, ofreciendo reminiscencias de viejos cultos funerarios. Su arquitectura recuerda a la de las mastabas, las tumbas etruscas y las estructuras aztecas. Su área está está poseída por lo religioso, de soledad y muerte. No en vano, a causa de la terrible derrota que sufrieron, por resultar inútiles como defensas, los califica Virilio de "monumentos funerarios del sueño alemán".'

El imaginativo mercado inmobiliario americano

 Hablando de búnkeres, aquí a la derecha tienes algo parecido a uno. Es un antiguo depósito de misiles en Kansas durante la guerra fría. De cuando todos dependíamos de un botón. De cuando, de nuevo, no valían las denostadas medias tintas. Resulta que a un avispado constructor no se le ha ocurrido otra cosa que rehabilitar el missile silo y convertirlo en viviendas de lujo a prueba de cataclismos de todo tipo. Tiene de todo: piscina, granja acuapónica, cine... aseguran que 70 personas podrían sobrevivir en su interior durante cinco años. Vamos, que a inercia térmica no le gana nadie. Tiene muros que casi llegan a los tres metros de anchura y cada hoja de la puerta de entrada pesa más de 7 toneladas, así que ojo con olvidarte las llaves. Los áticos de 320 metros cuadrados salen por unos 3,6 millones de euros, pero tranquilo, también tienes pisos más económicos desde 1,2 millones. El primer silo ya está vendido, pero ya están acondicionando otro, así que te dejo el enlace por si te interesa.

Cubierta del álbum Europa de Holly Johnson

Ya puestos, sigo con posibles usos bizarros de un búnker. Te cuento otro que se las trae. ¿Recuerdas a Holly Johnson, líder de Frankie Goes To Hollywood?  Bueno pues acaba de sacar nuevo disco tras quince años de silencio y uno de los temas (Europa, que además da nombre al álbum) resulta que lo empezó a componer allá por 1990 junto al mago de los sintetizadores, Vangelis, en el estudio de éste que estaba por aquel entonces nada menos que en un búnker del Bois de Boulogne en París (Johnson era un fan de Blade Runner, y como quizá sepas Vangelis hizo la banda sonora de dicha película). Ahora se han vuelto a reunir y lo han terminado. ¿Quieres saber cómo suena?   Observa toda la nostálgica parafernalia electrónica, ya ajada pero aún con tirón del músico griego apoyando una letra muy oportuna (mira que tiene guasa que un inglés y un griego dediquen una canción a Europa), aquí te pongo un extracto y así practicas tu inglés:

"Europa - power in your hands
We've lived through all the changes
Now we've had enough
Of being perfect strangers
Now we talk to Europa
Europa - after the rain
Things will never be the same
The walls are down
Our hope is new
See the light come shining through
Now we talk to Europa".

Pues eso, que hay demasiadas lecciones que aprender de muros y búnkeres como para volver a pesados maniqueísmos trasnochados.

viernes, 7 de noviembre de 2014

La arquitectura de la felicidad

Alain de Botton, autor de La arquitectura de la felicidad, estuvo en el Rijks

"Uno de los indicadores de sostenibilidad o insostenibilidad clave y sintomático, que atraviesa otros, debería consistir en determinar si en cada territorio lo que aumentaron fueron los muros, las vallas, las autopistas y las divisiones o lo que aumentan son los espacios públicos, los edificios comunitarios, los centros culturales, los lugares de reunión, etc. Desde la crítica de la arquitectura es importante establecer diferencias, dar a conocer qué arquitectos han colaborado en crear espacios de convivencia, como Lina Bo Bardi en Brasil y Jakoba Mulder y Aldo Van Eyck en Holanda y cuáles, más allá de su discurso teórico, han contribuido a crear más barreras y segregación, como Jean Nouvel, Renzo Piano, Richard Rogers, Ricardo Legorreta, Alberto Campo Baeza o tantos arquitectos cómplices de la construcción de urbanizaciones cerradas, edificios que actúan como barreras o como objetos aislados y agresivos en el entorno; sibilinos maestros en el arte de crear muros, fortalezas, divisiones y obstáculos, sin que se note.(...)
El escritor y crítico de arte John Berger propuso unos emocionantes "Diez mensajes sobre la resistencia ante los muros", donde hablaba de "esta tierra en la que no hay felicidad sin un deseo de justicia". John Berger concluía: "Las multitudes tienen respuestas a preguntas que aún no se han preguntado y tienen la capacidad de sobervivir a los muros"". (Josep Maria Montaner, Zaida Muxí, Arquitectura y política. Ensayos para mundos alternativos).

domingo, 2 de noviembre de 2014

La tristeza del orden



“`El origen de la tristeza —dice Antonio Dyaz en la revista Yorokobu— es la falta absoluta de desorden´.(...) El desorden, aunque no la plena embriaguez, proporciona el genuino acicate para innovar, nutre la imaginación y la transgresión creadora.(...)
Una porción de desorden es un trago de buena vida no siendo la vida en conjunto otra cosa que una dura ración de un cocido duro y mal guisado.(...)
Desorden más desorden da en llamas y chisporroteos eléctricos. Pero orden más orden confirman apilados la terca estampa de la página o lienzo en blanco.
Crear es desordenar y desordenar es escarbar el muro de otro sistema propenso a la sorpresa. Patinamos (supuestamente) sobre un mar bruñido en la infancia, patinamos sobre el deslizante inconsciente durante toda la vida pero ¿qué será este mareo de carriolas trágicas y psicológicas sino un conflicto muy vivo que sólo acabará siendo allanado por el muy rectilíneo advenimiento de la muerte?". (Vicente Verdú, La tristeza del orden).